
Es una alucinación, o sea una percepción en ausencia del estímulo externo correspondiente, que se hace comprensible (en el sentido jaspersiano) desde un estado afectivo del paciente.
Si está triste por duelo, ve o escucha al familiar perdido. El culpable oye las órdenes de quienes lo someten al castigo. El extasiado ve a Dios, a la Virgen, al demonio, siente sus llamados o el contacto de su presencia. El enfadado escucha risas de quienes se burlarían de él.
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