Jeffrey L. Cummings, en Clinical Neuropsychiatry, clasifica las afasias en relación con el compromiso de tres índices: la fluidez del lenguaje espontáneo; la comprensión del lenguaje; y repetición de frases y oraciones propuestas por el examinador.
a. Fluidez del lenguaje espontáneo
a.a. Afásico con trastornos en la fluidez (o afasia no fluente)
Presenta abundantes pausas en su discurso y habitualmente no expresa más de diez a quince palabras por minuto.
Tiene dificultades para iniciar las frases, y tiende a repetir una misma palabra y a utilizar frases cortas. Es proclive a omitir las palabras cortas que conectan unas con otras, y el discurso resulta sin melodía, disrítmico y tosco. Las palabras que emite son, en ocasiones, sin significado, presentando una discreta parafasia. Se distingue de la disartria en que en ésta existe sólo el compromiso motor, sin parafasias ni alteraciones de la nominación.
En este tipo de afasia en general existe conciencia de enfermedad por lo que las personas tienden a deprimirse o angustiarse.
a.b. Afásico fluido (o afasia fluente)
Emite un número normal o mayor de palabras, llegando hasta las doscientas por minuto, con evidente logorrea. Emite una gran cantidad de palabras bien articuladas, rítmicas y melódicas, de duración adecuada, pero cuyo contenido entrega muy poca información. No omite las palabras conectoras, pero sí incurre en errores gramaticales. Se destaca una abundante parafasia. En fases agudas, el paciente no se da cuenta y tiende a negar que presenta déficit en su lenguaje. Además en este tipo de afasia tienden a presentar mayor alteración del pensamiento y emociones, lo que puede confundirse con un paciente psicótico. En este último no habría alteración de la nominación.
b. Comprensión del lenguaje
Esta función se evalúa partiendo de indicaciones muy simples, como: “Señale la puerta, la ventana y la silla”.
Luego se desarrolla una serie de preguntas de complejidad creciente, en que el paciente debe contestar sí o no.
Ejemplo de una fácil: “¿Su nombre es José?”; y una más difícil, “¿Usted se pone los zapatos después de los calcetines?” (Cummings, 1985).
Finalmente, la comprensión de estructuras lingüísticas más complejas puede ser evaluada con frases como: “Si un león y un tigre están peleando, y el león es muerto por el tigre, ¿cuál animal quedó vivo?”, o “El hermano de mi mujer, ¿es hombre o mujer?” (Goodglas y Kaplan, 1972).
Hay afásicos que tienen comprometida la capacidad de comprensión, y otros cuyo compromiso es mínimo o no existe.
c. Capacidad de repetición
Al igual que la comprensión, se examina con pruebas de complejidad creciente, habiéndose descartado previamente trastornos de la atención, concentración, cooperación y memoria.
Se le solicita a la persona que repita con exactitud frases dichas por el examinador. Éstas van desde algunas muy simples (“Él está aquí”), pasando por frases más largas y difíciles, como “El ágil dálmata café saltó sobre el perro flojo”, y terminando con frases más complejas y de irregular estructura lingüística, como “No siempre, a pesar de que será posible”.
Los sujetos con compromiso en esta capacidad omiten palabras, alteran la secuencia de las palabras, presentan parafasias al tratar de repetir la frase propuesta, y una tendencia a alterar el contenido de dicha frase en algunos casos.