La normalidad o funcionalidad del Yo se expresa en su capacidad integradora de los extremos polares de sus dimensiones básicas; y, consecuentemente, su psicopatología incide en la escisión de uno o varios de tales extremos dimensiónales antagónicos, en tal forma que la patología psíquica ligada al Yo acerca su limitación funcional a los estadios más primarios de su desarrollo. Y mientras más grave sea su limitación funcional, más puros serán los polos dimensionales, en cuanto a expresión conductual patológica.
Cuando esta función está alterada, el Yo tiende a percibir a los demás según su mundo interno. El fracaso en la integración de sus opuestos se traducirá en que el Yo es incapaz de percibir el mundo con la adecuada dosis de realismo, y al mismo tiempo incapaz de sentir cuánto hay de irrealidad en esa realidad, vale decir, permitirse en cierto modo integrar su mundo interno.
El hiperrealismo no adquiere nunca la gravedad del irrealismo, tal vez porque nosotros juzgamos desde los parámetros de la adaptabilidad a nuestra cultura. Pero mirado desde la perspectiva de la pérdida de libertad, se hace tan grave uno como el otro.
La defectuosa integración de la dimensión realidad-irrealidad se traduce en un compromiso del principio de realidad, que puede ser afectado en los tres niveles que señalamos: apreciación, sentido y juicio de realidad.
Alteración de la función de realidad
El principio de realidad del Yo se puede describir desde la dimensión realidad-irrealidad del Yo, la cual puede ser analizada tanto en su relación con el mundo externo como en su relación consigo mismo, y en ambas áreas podemos ver la capacidad del Yo de delimitar aquello que corresponde a lo real y aquello que corresponde a lo irreal.
La defectuosa integración de la dimensión realidad-irrealidad se traduce en un compromiso del principio de realidad, que puede ser afectado en los tres niveles que hemos reiteradamente señalado: apreciación, sentido y juicio de realidad.