Definimos la orientación como el instrumento del vivenciar que permite al sujeto comprender cada uno de los instantes de su vida en relación al pasado, al presente y al futuro, así como su ubicación en relación a los espacios que lo rodean, en relación a sí mismo y al contexto situacional.
Funciones principales
Desde esta definición podemos entender las tres funciones principales de este instrumento del vivenciar: la función de orientación alopsíquica, tanto temporal como espacial, y la función autopsíquica u orientación de la propia persona.
Orientación alopsíquica temporal
El hombre tiene una noción del tiempo que trascurre, sin necesidad de aparatos que lo midan. A través del registro ordenado en la conciencia de las vivencias que ocurren en el tiempo, y de la capacidad de ser evocadas unas en relación a otras y en una secuencia determinada, construimos el pasado. Desde el presente miramos el pasado y, por extrapolación, prevemos en algún grado el futuro. Gracias a esta capacidad sabemos la fecha, el día, el momento del día, el año, la estación del año.
Orientación alopsíquica espacial
A través de la percepción del mundo externo y de su propia persona, el hombre dimensiona los objetos con que interactúa, los reconoce por sus apariencias externas y, gracias a la memoria, guarda recuerdos de su relación vivencial con ellos. Esta capacidad le permite saber en qué lugar se encuentra: país, ciudad, calle, casa, pieza, lugar de la pieza, y el lugar que él ocupa en el contexto espacial, en un momento dado.
Orientación autopsíquica
La percepción de uno mismo, acompañada de una memoria que registra la continuidad del acontecer en el que uno participa, y el recuerdo de aquellos con los que se participa, permite saber acerca de quién y qué es uno mismo y nos da una visión de conjunto acerca de lo actual y de lo pasado.