II.5. Inteligencia

Como definición básica, nos parece que Lipmann apunta a lo esencial: “Es la facultad de captar objetivamente ciertos contenidos dados y elaborados con sujeción a determinadas metas”.

William Stern nos propone la siguiente definición: “La inteligencia es la facultad personal de adaptarse a nuevas exigencias, utilizando para ello adecuadamente las pautas del pensar de que se disponga”.  Stern subraya tres elementos: 1) la facultad personal, 2) el uso adecuado de pautas del pensar, y 3) nuevas exigencias. Vale decir, remite a una aptitud personal medible solamente frente a situaciones que no sean rutinarias, sino nuevas; y propone que la mejor o peor calidad de la inteligencia se muestra en el uso adecuado del pensamiento como medio.

Howard Gardner propone una concepción distinta de los fenómenos cognitivos. Define inteligencia como un conjunto de habilidades para la solución de un problema e insiste en que no sería una, sino múltiples: lingüística, musical, lógica y matemática, espacial, corporal, personal. Estos distintos tipos de inteligencia actuarían en forma armónica, pero serían relativamente autónomos.

Wechsler, escribe: “Inteligencia es la facultad compuesta o global del individuo de actuar adecuadamente, pensar razonablemente y relacionarse efectivamente con su mundo circundante”. El aporte de Wechsler está en considerar la inteligencia como una facultad compuesta y global. Es global porque caracteriza la conducta del individuo como un todo. Es compuesta porque, es posible aislar una serie de factores de inteligencia que son independientes entre sí. Ahora bien, decir que la inteligencia es compuesta no implica que en ella se dé una combinación sumatoria de determinadas habilidades individuales, y que a mayor cantidad de habilidades, o a mayor magnitud de alguna de ellas, sea mayor la inteligencia. Los resultados de rendimiento de una conducta inteligente no constituyen una simple función de la cantidad de habilidades especiales. Y a la vez, el exceso en determinada habilidad colabora relativamente poco en la conducta inteligente tomada en general. Sin duda, la memoria como función accesoria es de significativa importancia para el dominio de ciertas situaciones vitales. Pero más allá de cierto punto, ya no aportará gran cosa. Lo mismo sucede, por ejemplo, con el pensar lógico.