Usamos el término “delirioso” para diferenciarlo del delirium, término que alude tradicionalmente a un cuadro clínico propio del alcoholismo.
Lo fundamental del estado delirioso es el compromiso de la función de interioridad de la conciencia. Al romperse esta función, provoca en el paciente una confusión entre las vivencias de su subjetividad: sentimientos, representaciones, pensamientos, sensaciones y percepciones del acontecer interno, con las vivencias de relación con el mundo objetivo externo: sensaciones y percepciones del entorno.
Es frecuente que este trastorno de la conciencia dé pie a las percepciones y vivencias deliriosas, a alucinaciones visuales y cinéticas, a falsos reconocimientos y fabulaciones de perplejidad, desorientación, falta de atención y concentración.
Predominan en el acontecer psíquico del delirioso los fenómenos de la vida interna, siendo escasos los registros de hechos y acontecimientos externos; si los hay, el delirioso los distorsiona o integra a su mundo de sueños.